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Foto del escritorPep Antoni Roig

Gudjohsen, el hombre que se convirtió en volcán

Actualizado: 28 feb 2020


Todos los debuts tiene su historia, pero debutar con la selección absoluta de tu país sustituyendo nada más ni nada menos que a tu propio padre convierte esa historia automáticamente en una leyenda. Es una tarde de 1996 y Eidur Gudjohnsen, que cuenta con apenas diecisiete años y lleva el dorsal 13 en la espalda, espera en la banda al lado de un 4º árbitro FIFA vestido con un chandal Adidas que ahora bien podríamos encontrar en alguna tienda de ropa vintage. Su padre, Arnór Gudjohsen, un referente del futbol islandés de los ochenta que había hecho carrera en el Anderlecht, se acerca a él, le da un beso en la mejilla y se retira del campo camino del banquillo. Islandia gana ese partido contra Estonia por 0-3, pero nadie en ese momento, ni en Tallinn ni en ningún otro sitio, puede llegarse a imaginar que ese joven debutante acabará convirtiéndose en el jugador más importante de la historia del país.


Años más tarde, en el partido de vuelta de unos cuartos de final de la Champions League, Gudjohsen marca el primero de los cuatro goles que servirán al Chelsea para eliminar al Barcelona de Ronaldinho, Deco o Eto’o. Han pasado casi diez años desde su debut y Guddy es un delantero atípico pero eficaz, un portento físico llegado del norte que tras varias campañas en Londres se ha ganado la confianza y el cariño de Stamford Bridge. Siempre haciendo su papel de actor secundario, el islandés ha conseguido lo que ni Hasselbaink, ni Crespo, ni Mutu han conseguido: permanecer en el galáctico Chelsea de Mourinho y Abramovic. Esa noche, antes que los bluescertifiquen el pase a semifinales, des del banquillo rival Frank Rijkaard anota el nombre de ese bacalao rubio de metro noventa que sin ser Drogba, Lampard o Cech le ha jodido la eliminatoria. Dos años después, con el Barça recién proclamado campeón de Europa ante el Arsenal en París, Henrik Larsson confirma su adiós del club azulgrana. Durante días la prensa deportiva catalana especula sobre quién será su sustituto y, por lo tanto, encima de quién recaerá la responsabilidad de ser el nuevo Larsson, un jugador que con sólo dos años en el Camp Nou se ha ganado el amor de los culés haciendo un papel de revulsivo en las segundas partes. Suena el nombre de Diego Forlán, por aquel encontes en el Villareal y suena, incluso, el del argentino Hernán Crespo. Es en esos días cuando Rijkaard, recordando ese partido de dos años antes en Londres, acaba decidiéndose por Gudjohsen. El entorno social del club parece no entender la situación, los periódicos publican titulares en los que se puede leer “¿Gunjon...qué?” y los hinchas se preguntan si alguien nacido a medio camino entre Europa y el Polo Norte será capaz de aclimatarse a una ciudad como Barcelona.


En efecto, las peores profecías sobre nuestro amigo Eidur se cumplen en el transcurso de tres temporadas en las que Gudjohsen no se adapta al rol por el que parecía haber llegado a Can Barça. En su primera temporada, una lesión de Eto’o le abre las puertas de la titularidad duranto casi cuatro meses, pero por sorpresa de todos el islandés acaba perdiendo el sitio y viendo desde el banquillo como incluso Saviola -el quinto delantero del equipo- le roba la titularidad durante un par de meses. La temporada siguiente, con el fichaje de Henry y la explosión de Messi, Gudjohsen juega aún menos y marca apenas cinco tantos en toda la temporada. Es el Barça en el que Ronaldinho ya no sonríe, en el que Deco ha perdido el compàs de la batuta en el centro del campo y en el que un jovencíssimo llamado Bojan, un chaval de la Masia con cara de adolescente angelical, pasa por delante de Eidur en los planes de Rijkaard y se acaba convirtiendo en el delantero con más minutos en el tercer tercio de temporada. Es entonces, ese verano, cuando aparece la figura de Guardiola sustituyendo a Rijkaard y una nueva era empieza en el Camp Nou. La renovación de piezas en el vestuario culé es intensa, pero otra vez por sorpresa de todos Gudjohsen acaba quedándose. Dos meses más tarde, en un partido de las primeras jornadas ligueras ante el Betis, el nuevo Barça de Guardiola se encalla en un empate a dos que parece inamovible; en la segunda parte, el técnico catalán sustituye a Eto’o y pone en su sitio a Gudjohnsen, que pocos minutos después remata un centro de Dani Alves y marca el 3-2.


Ese gol, uno de sus últimos goles como azulgrana, lo celebra corriendo locamente y golpeándose el pecho con la mano mientras parece gritar alguna frase en un idioma indescifrable para la mayoría de mortales. Es el gol de un delantero de los de antes, de alguien criado en un futbol vertical y físico, donde los atacantes corren, saltan y luchan cada balón aéreo y donde la posesión es algo menos importante que una tienda de parasoles en Reykjavik. Como si se tratase de un bacalao obligado a vivir en aguas dulces, esa celebración es la de alguien que en medio de ese futbol elegante y de toque, más próximo al arte que al deporte, parece querer decir “no sé bailar como vosotros, pero también existo”. Ese gol y esa celebración es uno de los últimos recuerdos de Gudjohnsen en Barcelona, en una temporada en la que acabó jugando de centrocampista defensivo como suplente de Busquets y Touré y en la que se ganó el primer triplete de la historia del club. Después de aquello, un declive lento y poco doloroso pasando por equipos como el Monaco, el Tottenham, el AEK de Atenas, el fútbol chino o el Molde noruego, su equipo actual.

Esta es la historia, pues, de un jugador que debutó sustituyendo a su padre y que se acabaría convirtiendo en el primer islandés en ganar la Champions League. La historia de un delantero capaz de enamorar tanto a Mourinho que, cuando el volcán islandés Eyjafjallajökull entró en erupción, en 2010, el técnico luso lo denominó “volcán Gudjohsen” debido a la difícil pronunciación del nombre original.


La historia, en definitiva, de alguien que con 37 años y tras dos décadas en los terrenos de juego logra, por fin, debutar con su selección en una fase final de la Eurocopa. Y eso, tratándose de un país con la mitad de población que Zaragoza, sí que parece una historia de cuento más que una realidad.


(article publicat a la revista Negratinta l'estiu de 2016, com a cronista de la Euro 2016)

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